Fundada en 1895

Lorenzo Contreras Benítez

El pasado 15 de marzo fallecía en Madrid, a los 90 años, el periodista Lorenzo Contreras, socio vitalicio de la APM, de la que llegó a ser directivo en 1976.

Hijo de un oficial del cuerpo de Regulares, nace el 10 de agosto de 1933 en Alcazarquivir, población del antiguo Protectorado de Marruecos; aunque, tras la muerte de su padre en la batalla del Jarama, se traslada con la familia a Ronda para vivir el resto de su infancia y adolescencia. Huérfano de guerra con tan solo 3 años, cursa estudios en los salesianos de dicha localidad, donde con toda probabilidad forjará –entre libros, faltas de disciplina y castigos– gran parte de su carácter crítico e inconformista. Ya en su juventud, inicia la carrera de Derecho en la Universidad de Granada y, obtenida la licenciatura, se matricula en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid para cumplir la que era su verdadera vocación.

Periodista de la vieja escuela, como a él mismo le gustaba definirse, comienza su trayectoria profesional en el diario Tele-Exprés de Barcelona, en donde contribuirá, junto con otros compañeros de profesión, a fundar el Grup Democràtic de Periodistes, para posteriormente trasladarse, como cronista parlamentario con el diario Informaciones, a Madrid, ciudad en la que se establece definitivamente y formará su familia.

Colaborador habitual también en distintos medios como Sábado Gráfico, Correo Catalán, Cuadernos para el Diálogo o la agencia de noticias Colpisa, pronto suscita el interés de una de las cabeceras más importantes del momento: ABC. Es ahí donde ganarán gran fama sus columnas políticas, convirtiéndose en uno de los periodistas más leídos en la década de los 80. Resulta esta, con seguridad, una época dorada para el artículo de opinión: la época del periodista independiente, culto, concienzudo, que, frente a la palabra gruesa y el insulto, que tan de moda se pondrá posteriormente, antepuso la ironía sutil y la agudeza conceptista, ese arte de "decir sin decir del todo"; un estilo que Lorenzo Contreras había aprendido y depurado durante la Dictadura como forma de sortear la censura.

Vive en primera fila, siempre informando, aquellas décadas turbulentas del final del franquismo, de la Transición y del "felipismo", y en todas ellas destaca por sus crónicas incisivas, que le hacen ganar no solo prestigio, sino también envidias y animosidades. Ese carácter contestatario, acorde con su apellido, y un espíritu independiente, sordo a los cantos de sirena del poder, le llevan a convertirse, en ciertas ocasiones y sin él pretenderlo, en centro de la polémica. Así, por citar algunos ejemplos, en los años 70 le serán retiradas temporalmente sus credenciales como periodista en las Cortes al negarse a cumplir los dictados de la Presidencia. También será noticia, a causa de un controvertido artículo sobre la legalización del Partido Comunista, su procesamiento por injurias al Tribunal Supremo, procesamiento que quedará en nada tras la aprobación de la Ley de Amnistía de 1977. Gran revuelo produjo en su momento el famoso incidente con Felipe González cuando, en 1984, el periodista bautizó al XXX Congreso del PSOE como "congreso del pesebre" y la desacertada respuesta del entonces presidente del Gobierno. Para sorpresa de González, toda la profesión cerró filas en torno al compañero –en la que con toda probabilidad sea, hasta hoy, la última vez que algo así haya sucedido–, obligando al jefe del Ejecutivo a unas disculpas públicas. Imposible imaginar algo parecido ahora, en estos tiempos de "polarizaciones" interesadas. En la memoria colectiva y en los diccionarios ha quedado, eso sí, la definición de "pesebre" como lugar donde convergen los "estómagos agradecidos" de una misma tendencia.

Con el paso de los años continúa su andadura profesional colaborando en distintas tertulias radiofónicas, publica la novela El sueño tapiado, escribe en cabeceras como Época e Interviú y acaba recalando, tras el cambio de presidencia de ABC, en el diario La Razón, donde permanecerá hasta bien entrado el presente siglo.

Pero los tiempos están cambiando, y las nuevas tecnologías sorprenderán al periodista sentado frente a su vieja Olivetti. Fiel a su temperamento, se niega en redondo a aceptar un cambio en sus hábitos de trabajo ante la tiranía de una modernidad en constante renovación. Y esto, unido paradójicamente a las inquinas pretéritas, acabarán pasándole factura.

Por último, y si se quiere ser justo con la figura de este periodista, uno no debe concluir estas líneas sin mencionar a la persona que, con su devoción incondicional, su entrega sin límite, su comprensión infinita y, cómo no, con su talante, serenidad y paciencia, constituyó el pilar fundamental en la vida de Lorenzo Contreras: su mujer Alicia. Ciertamente el manido dicho "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer" sea, una vez más, el que con mayor precisión defina lo que este matrimonio simbolizó para todos aquellos que lo trataron y quisieron. Ella cargó sobre sus espaldas no solo con el peso de la familia, sino también con la compleja y difícil personalidad de un esposo y padre que antepuso la profesión por encima de cualquier otra circunstancia. Alicia cuidó de Lorenzo durante más de 60 años y lo hizo con la convicción de quien cumple con su deber en la vida. Quizá por ello su marido, al verla contraer una enfermedad incurable que en pocos meses habría de llevársela, no soportó la idea y partió para acompañarla unas pocas semanas antes. A buen seguro volvió una vez más a echar mano de su capacidad de observación para saber que, sin ella, nada sería igual y que, con ella, todo había sido infinitamente mejor.


César Comesaña
25 de abril de 2024