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José Marín Quesada

Se murió uno de la tribu, uno de los nuestros, José Marín Quesada, un realizador de Televisión Española. Hoy, a muy pocos le puede resultar familiar su nombre. Los grandes medios de comunicación son como grandes camaleones que cambian su piel a tal velocidad que resulta muy difícil reconocerlos con el paso del tiempo, pero dejan sus escamas por el camino, quizás para dar testimonio de lo que un día fueron.

Pepe Marín es un nombre para no olvidar. Un nombre importante en nuestra profesión. Con su trabajo escribió algunas de las páginas más importantes de la Transición española. Las transformó en imágenes y las ofreció a todos los españoles para que pudiéramos juzgar lo que realmente estaba sucediendo. Y lo hizo en los momentos más difíciles: cuando en España se estaba llevando a cabo un golpe de Estado.

El 23 de febrero de 1981, Pepe Marín, estaba en el Congreso de los Diputados dirigiendo la grabación de la sesión de investidura de un nuevo presidente del Gobierno, de Leopoldo Calvo Sotelo. Disponía los planos, reorientaba las cámaras para obtener los mejores ángulos posibles, cuando, con sorpresa, vio como entraba en campo, en una de sus cámaras, un guardia civil, pistola en mano, y se subía a la tribuna del hemiciclo amenazando con el arma al presidente del Congreso, Landelino Lavilla, y a los miembros de la mesa. Pepe Marín supo enseguida que se trataba del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, el mismo que ya había intentado, tiempo atrás, tomar al asalto el Palacio de la Moncloa, durante la celebración de un consejo de ministros.

En cuestión de segundos tuvo que interpretar lo que estaba sucediendo y tomar una decisión. No se quedó paralizado. No esperó el desarrollo de los acontecimientos. Se adelantó a ellos. Ordenó a los cámaras apagar los monitores, “ponerlos en negro”, e igualmente el interruptor que permite saber qué cámara está grabando. Les ordenó que siguieran grabando, sin que los golpistas se dieran cuenta. Una de las cámaras la reventaron a culatazos, pero otra de ellas continuó ofreciendo las imágenes que llegaban a Prado del Rey. Aquel día, tanto los operadores de cámara como el realizador, Pepe Marín, hicieron historia.

Aquellas imágenes nos mostraron, como si se tratara de una película en tiempo real, la brutalidad de aquel acto y también la valentía de un presidente, Adolfo Suárez, y de su vicepresidente, Gutiérrez Mellado, que, ajenos al hecho de que se estuviera grabando, se enfrentaron a los golpistas dejando bien claro que, a pesar de la amenaza de las armas, la democracia seguía siendo defendida dentro del hemiciclo.

Nunca podremos agradecer lo suficiente a aquellos valientes compañeros el saber hacer tan bien su trabajo. Sin esas imágenes, el 23-F se hubiera contado de otra manera o incluso, me atrevo a aventurar, que quizás hubiera seguido el mismo camino de los otros intentos de golpe de Estado, minimizando los hechos para que las condenas a los golpistas no hubieran pasado de una simple advertencia.

Con la muerte de Pepe Marín, despedimos a una parte importante de nuestra profesión, a un periodista que supo escribir su mejor crónica con imágenes en los momentos más difíciles, a una persona a la que nadie podrá jamás recriminar que no ha sabido guardar un secreto.

Adolfo Suárez sabía de qué pasta estaba hecho, por esa razón lo llamó momentos antes de hacer pública su dimisión para confiarle el secreto. Iñaki Gabilondo, Jesús Picatoste y Pepe Marín fueron los testigos excepcionales de aquel acontecimiento.

Nosotros, el resto de sus compañeros, lamentamos profundamente su muerte. Es de justicia que hoy le rindamos este pequeño homenaje entre nosotros, los que de una u otra forma, con mayor o menor fortuna, nos dedicamos a la labor de informar. Uno menos en la tribu, una escama que deja el camaleón en su camino, una forma de atestiguar su presencia. Mientras nosotros continuemos por aquí, no le olvidaremos.

Carlos Estévez
14 de mayo de 2024